Crítica

Crítica: I was at home, but… de Angela Schanelec

La nueva película de Angela Schanelec, «I was at home, but...», es una muestra más del estilo poético de la directora.

Lo explícito y lo implícito

Por Axl Flores

I was at home, but… (Ich war zuhause, aber, 2020) de Angela Schanelec refleja desde su mismo título (en referencia a I was born, but…, película de 1932 de Yasujiro Ozu) todo lo que se ha asociado comúnmente al estilo de esta directora: la herencia de aquellos cineastas que con una especial atención en lo cotidiano formularon un cine que busca rescatar aquello que resulta imperceptible a simple vista y cuya fuerza radica en planos que se han llamado poéticos, espirituales o emocionales.

El rigor de las elipsis de un Bresson, la parsimonia del mismo Ozu, o incluso las barreras comunicacionales entre los personajes de un Antonioni son términos usados comúnmente en los textos sobre su cine (ya en algunos que he tenido la oportunidad de escribir he comentado esas influencias); conceptos que ayudan a enfatizar la complejidad de cada una de sus películas y es que, como cualquier asociación, resulta un problema ¿la relevancia de los trabajos de Schanelec reside en aquellas referencias? O ¿es a partir de esas referencias que se construye y da sentido a una forma particular de usar al cine para retratar aquella materia que el mismo Bresson definió como «ese corazón que no se deja atrapar ni por la poesía»[i]?.

Fotograma de la película I was at home, but… (2019).

En ese sentido, el comienzo de I was at home, but…, en el que un perro caza a un conejo por una pradera y posteriormente descansa junto a un burro en un lugar abandonado, bien podría dar razón de la importancia de la influencia del realizador de El azar de Baltasar (Robert Bresson, 1966), sin embargo, es en el posterior desarrollo de la película en donde a ese homenaje se le agregará la autenticidad de un discurso atravesado por un sentimiento de pérdida y una profunda tristeza. Astrid (Maren Eggert) es una madre de familia que ante el lejano fallecimiento de su esposo se hace cargo del cuidado de sus dos hijos, Phillip y Flo, pero la historia, de hecho, no comienza ahí, al principio solo se sabe que el hijo ha regresado después de un escape al bosque y que su regreso y reinserción plantea un problema para sus profesores y familiares.

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El conflicto en el cine de Schanelec es algo que se muestra poco a poco, las heridas de la familia, en lugar de conocerse desde un principio e irse desarrollando en la duración de la película, se van filtrando a través de los estados emocionales que habitan los personajes, de una profunda consternación se pasa a una incipiente alegría que termina en una completa calma. El cine de Schanelec, más que uno sobre ideas o certezas, es uno de estaciones y de tránsitos, sobre I was at home, but… tal vez nadie podría decir que un duelo puede vivirse de esa forma, pero esa es precisamente la valía de la película, que solo en ella puede ser vivido así.

Fotograma de la película I was at home, but… (2019).

«En I was at home, but… una escena de un abrazo puede brindar uno de los momentos más bellos del filme, pero no solo por el hecho en sí, sino por todo lo que ha llevado a él, dónde reside la significación de uno si no es en eso. La sensibilidad del cine de Schanelec vive en esos pequeños instantes.»

Sin embargo, pese a la facilidad que representa, aquella cualidad transitoria de su cine no puede asociarse a la creación de episodios y viñetas, aunque las escenas no estén hiladas de una forma aristotélica cada una tiene una importancia en su sucesión, ya sea aquellos ensayos que un grupo de niños hace de Hamlet o esa escena en la que un cover de Let’s dance de Bowie en la voz de M. Ward acompaña esbozos de recuerdos frente al que podría ser el padre enfermo. Schanelec ha desarrollado con el tiempo un estilo riguroso que conjunta la calma y la intensidad, los diálogos de Maren Eggert (actriz predilecta de la directora y a la que le ha confiado la fortaleza dramática de sus películas, que antes recaía en la misma Schanelec) tienen un ritmo que en ocasiones desentona con la solemnidad de cada plano y es que las tensiones entre lo explícito y lo implícito parecen conjuntarse con toda su fuerza hasta desembocar en una explosión emocional.

Es así, como esta directora ha planteado una forma de retratar aquello que es el sentir, en I was at home, but… una escena de un abrazo puede brindar uno de los momentos más bellos del filme, pero no solo por el hecho en sí, sino por todo lo que ha llevado a él, dónde reside la significación de uno si no es en eso. La sensibilidad del cine de Schanelec vive en esos pequeños instantes.


[i] Robert Bresson, Notas sobre el cinematógrafo, Saúl Yurkiévich, México, Ediciones ERA, 1979, p.10.

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