Por: Pablo Zamora
Mi primer acercamiento al cine de Hirokazu Koreeda se remonta al año de 2015, cuando en uno de esos locales donde vendían DVD’s originales a bajo costo, encontré De tal padre, tal hijo (2013). Quedé impresionado con la historia, la manera en que abordaba los sentimientos humanos y por la forma en que me hizo sentir al verla. Inmediatamente me di a la tarea de ver sus otras películas, cosa que logré ante la llegada de los torrent’s, o al menos con la gran mayoría de su cine.
La primera ocasión que vi una cinta suya en pantalla grande fue en el estreno en México de Nuestra pequeña hermana (2015). Nuevamente quedé impresionado por la historia, sus personajes femeninos y por mi sentir. Después, tuve la oportunidad de ver El tercer asesinato (2017) en la 64 Muestra Internacional de cine de la Cineteca.
Koreeda ya me parecía un cineasta sobresaliente y, cuando vi Un asunto de familia (2018) en la Muestra 65, me pareció que acababa de ver una película perfecta. Era en su estilo naturalista que yo encontraba la emoción, mi ensueño era tal que lo que veía en la pantalla era absolutamente real. Concretamente hablo de la escena donde los protagonistas acaban de tener relaciones sexuales y casi son descubiertos por sus hijos. Ellos desnudos y con sus cuerpos sudorosos, les tapan los ojos a los infantes con una toalla para que no los descubran y los intentan convencer de que también han sido víctimas de la lluvia que sucede en el exterior.
Actualmente Koreeda ha realizado películas fuera de Japón, sin alejarse de su tema tabú, las relaciones interpersonales y la familia. La verdad (2019) filme franco-japones y la nueva Broker (2022) película surcoreana son las primeras dos cintas en este rumbo. Si bien no me considero fanático de La Verite, con Broker me ha sucedido algo curioso. La construcción de la cinta no me parece destacable, pero al igual que en sus otros grandes filmes, todo llega a un punto altísimo de complejidad en el tercer acto.
La cinta nos presenta primeramente un personaje femenino que “abandona” a su primogénito fuera de un buzón para bebés de la iglesia mientras azota un aguacero. A lo lejos es observada por un par de policías féminas que investigan una línea de trata de bebés. Una de ellas sigue a la madre y otra mete el bebé al buzón. Dentro del inmueble, dos hombres borran los registros de la llegada del niño y se lo llevan para ofrecerlo a parejas que no pueden alumbrar hijos propios, obviamente por un precio.

Al día siguiente, la joven regresa en búsqueda de su descendiente, pero descubre que no hay indicios de él, pues al dejarlo afuera del buzón, todo pareciera indicar que alguien más lo tomó. Uno de los hombres alerta al otro, y deciden comentarle lo sucedido y, por supuesto, le ofrecen una parte del pago. Los tres personajes viajan de sitio en sitio presentando al bebé a las posibles parejas compradoras, mientras las agentes los acechan para arrestarlos en flagrancia. Como es de esperarse, ninguna de estas compras es concretada, por lo que deciden intimidar a la madre del niño, ofreciéndole un trato para que entregue a los traficantes.
En la gran mayoría de cintas de Koreeda se puede observar una perspectiva social. Los personajes son resultado de un sistema; su pasado, sus familias, su condición social los han transformado. En esta ocasión uno de los tratantes, Dong-Soo es huérfano; en su actividad ilícita ve una salida para que los bebés encuentren la familia que él nunca tuvo. Guardando un resentimiento profundo hacia su madre, quien también lo abandonó dejando solamente una nota, transfiere su desagrado hacia So-Young, pero ella hace una observación muy pertinente: ¿y los padres? Siempre se le ha cargado un peso superior al deber de la madre con los hijos, ¿pero acaso no es necesario cuestionar la responsabilidad del padre en cuestión en esta ecuación?
«Los personajes son resultado de un sistema; su pasado, sus familias, su condición social los han transformado».
So-Young, trabajadora sexual deja al bebé fuera de la caja al asesinar al padre, un cliente influyente que siempre se negó al nacimiento del niño y que, antes de ser asesinado, le ha dicho que nunca debió haberlo tenido. Al conocer la historia y la posible solución que le han ofrecido las agentes a So-Young, Dong-Soo reflexiona sobre las posibilidades que obligan a las mujeres a abandonar a sus hijos, tal vez ante una situación sin solución y decide sacrificarse concretando la venta del niño para que su madre tenga una posible salida ante la ley.
Las agentes escuchan las pláticas a través de un micrófono que han puesto en So-Young y descubren lo mismo que el espectador, que no solamente son traficantes, sino humanos (como en todas las cintas de Kooreda). Hay algo más allá de la legalidad y de los estereotipos. Se cuestionan si no deberían aspirar a algo más que un ascenso, tal vez trabajar con las personas para evitar que lleguen a ser criminales. Eso es trabajo de servicios sociales, menciona una de las agentes.

Sin duda, la pregunta que Koreeda realiza en la cinta, radica en si no debería caer en cada uno de nosotros la responsabilidad de querer y cuidar a las personas, para que desde niños sean criadas con amor y cariño. No debería hacer falta ser padres biológicos de alguien para buscar su bienestar y también dejar de juzgar a las personas que han sido orilladas a pertenecer a los sectores marginados de la sociedad. ¿No es el papel en conjunto de esta el de criar a las nuevas generaciones?
Broker: Intercambiando vidas se encuentra en distintos complejos cinematográficos del país y es distribuida por Cine Caníbal.

