Crítica

Crítica: Domains de Natsuka Kusano

Un ensayo infinito

por Axl Flores

Todo comienza con una confesión. Aki (Tomo Kasajima) se declara culpable de asesinar a Honoka (quien nunca aparece en la película), una niña de tres años hija de Nodoka (Asami Shibuya), una amiga de su infancia. La mujer es increpada por un investigador, quien lee extensamente su declaración sobre el incidente, en la que un aspecto central son los conflictos que tenía Nodoka con su marido Naoko (Adachi Tomomitsu); en la lectura de los hechos no hay razón que explique tal asesinato, sin embargo, Aki decide no hacer ninguna apelación, acepta todos los cargos y se pone a disposición de la justicia.

A partir de ese momento, lo que parece una película policial habitual que busca inspeccionar en lo que oculta el asesinato, se transforma completamente. Mediante escenas que se componen de simples lecturas de guion o ensayos actorales con una estética minimalista, Domains crea un discurso que cuestiona no solo lo declarado por Aki, también la forma de narrar misma.

La deconstrucción del asesinato demuestra que la amistad entre Aki y Nodoka es más que un simple vínculo, ambas eran inseparables e incluso habían logrado comunicarse sin decir palabra alguna, hasta que Nodoka tomó la decisión de casarse. La figura del matrimonio se presenta como un obstáculo para la amistad femenina, en un momento el marido pide a Nodoka dejar de frecuentar a Aki, pues esta trae malas vibras para su hija.

En ese sentido, pese a que Domains sea una película que da más importancia a la ejecución que a lo narrado, pues Kusano pone en evidencia cada uno de los recursos ficcionales a los que recurre, ya sea a través de la repetición de escenas o ciertos errores y correcciones en la interpretación; la historia que presenta es de una profunda fuerza psicológica y reflexiona sobre ciertos roles impuestos a la mujer en el entorno familiar. La enorme institución familiar japonesa actúa como opresión simbólica para la mujer, solo a través de la amistad se puede dar cuenta de esa opresión que parece invisible.

La película también supone un cierto distanciamiento en su acepción más brechtiana, por un lado la historia que tiene como único vehículo a la palabra y que solo traslada lo escrito en el guion, un ejemplo es el momento en el que los actores solo leen las acciones que supuestamente desarrollarían los personajes; por el otro, la atención a los gestos y a los decorados, para cada punto de vista los espacios cambian completamente, en una secuencia en la que se repite la misma escena 4 veces, la posición de los actores se alterna según quien sea el punto de vista principal.

«El minimalismo en Domains es entendido en su máxima acepción, la acción casi siempre transcurre en espacios cerrados, con la participación única de los tres personajes principales y casi sin ningún acercamiento entre ellos»

El minimalismo en Domains es entendido en su máxima acepción, la acción casi siempre transcurre en espacios cerrados, con la participación única de los tres personajes principales y casi sin ningún acercamiento entre ellos. Ese estilo no es llevado a la forma en la que mira la cámara, la cinefotografía de Yasutaka Watanabe tiene gran movilidad y filma cada gesto de los intérpretes como si de un documental se tratara, hay algo de lo “observacional” de Kazuhiro Soda en retratar los supuestos ensayos, la repetición de cada escena adquiere su propia y única dirección, e incluso no está nada lejos de ser un estudio sobre los métodos actorales.

El experimento que propone Kusano, en el que varios momentos olvida el centro de la narración, resulta más interesante por el experimento mismo que como alguna crítica a ciertos procedimientos arraigados en el tradicional cine narrativo, como sí sucede en Passion (1982) de Jean Luc Godard. Sin embargo, hay algo especial en la interpretación de las dos actrices principales que hace única a Domains, existe una cierta unión entre sus gestos que traslada completamente a la pantalla ese vínculo afectivo que tienen los dos personajes, una amistad que como hace referencia el nombre de la película puede crear dominios propios a los que no puede entrar ninguna otra persona, una las dos mujeres en su infancia.

Finalmente, sin ningún cambio en la confesión de Aki, la película culmina como un experimento que desdibuja estructural y formalmente la forma de narrar, el ensayo de un film que podría no terminar y que a la vez pudo terminar desde su inicio. 

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