Crítica

El Capitán de Robert Schwentke

La articulación de una mentira

por Bianca Ashanti

Después de lo que podríamos considerar una prolífica carrera cinematográfica en Hollywood (con películas como Te amaré por siempre de 2009 e Insurgente de 2015), Robert Schwentke regresa a su país natal con una producción bélica que retrata las últimas semanas del poderío Nazi durante la segunda guerra mundial. Un filme histórico, basado en hechos reales, que rescata la imagen de Willi Herold, mejor conocido como el “El verdugo de Emsland”, un joven de 19 años que suplantó a un capitán y precedió la matanza de un gran grupo de desertores que se encontraban prisioneros en los campos de exterminio alemán.

La historia de un impostor que mediante artimañas y mentiras logra llegar al poder durante la guerra nos podría remontar a El Gran Dictador (1940), el reconocido filme de Charles Chaplin que propone mediante la sátira política una profunda crítica al fascismo y sus consecuencias. El Capitán (Der Hauptmann, 2017) parte de la misma idea y, podríamos especular a grandes rasgos, utiliza los mismos medios: una sátira política donde permea la crítica al nacionalismo alemán, sin embargo, los protagonistas de ambas cintas resultan ser diametralmente opuestos.

Filmada casi en su totalidad con un filtro en blanco y negro la cinta comienza mostrándonos una mirada sobre la guerra poco explorada (al menos comercialmente) en el cine: la de los desertores. Will Herold (Max Hubacher) corre despavorido a través del bosque, huyendo de una escuadra de nazis que le tiran a matar, el miedo configura un rostro ensangrentado que ­­en ocasiones podría parecernos monstruoso y que nos advierte sobre el desenlace de las próximas escenas.

En congruencia con la trama, Schwentke construye una narrativa visual llena de violencia, con escenas cargadas de contrastes, en donde los paisajes y los personajes obstaculizan la sobrevivencia del protagonista; su existencia se vuelve más difícil con cada minuto que pasa, la tensión aumenta cuando la muerte se hace explícita y nos permite ver el tono del filme que no teme mostrar los límites de la apatía humana.

El saqueo se castigará con la muerte

La escena de un cuerpo colgando de un árbol y el linchamiento de un hombre hambriento por parte de granjeros, se convierte en el primer asesinato del que seremos testigos; a partir de ahí la sangre será un tópico que justifica la ausencia de color en la cinta para hacerla más llevadera, un buen truco que nos recuerda a Scorsese en Toro Salvaje (1980). Sin embargo, todo este cuadro no resulta ser más que una introducción para contextualizar la historia, que no se centra en las condiciones de la población alemana de posguerra (aunque las muestre constantemente), sino en el estudio del poder y la necesidad de sobrevivir.

Este marco introductorio se rompe cuando la historia de Herold inicia, al encontrar en un auto abandonado una maleta con el uniforme de un capitán, el cual decide usar ante lo desgastada que se encuentra su vestimenta actual, sin imaginar las consecuencias que esto le traerá. A partir de este punto la trama se convierte en un sube y baja de situaciones; en ocasiones peligrosamente monótonas y predecibles, en otras tantas rescatables por la incidencia de personajes que confrontan y cuestionan la red de mentiras de la que nos hemos vuelto testigos.

«El miedo es suplantado por la lujuria y el deseo, por la necesidad de un poder incuestionable; explorando el nazismo desde una perspectiva en la que lo menos importante resulta ser la supremacía racial o la ideología de estado».

El Capitán se convierte en un ejercicio vouyerista en el que Schwentke nos apresa. Jugando con nuestra sensibilidad nos presenta una metamorfosis del miedo que inicia con pequeños lapsos de empatía, sonrisas amables y rostros que esconden los horrores de la persecución; pero que termina con una mirada fría, una voz imperante y una mentira que sobrepasa todo lo planeado y se convierte en el móvil perfecto de la ambición.

Una montaña rusa en la que el auge de la locura se materializa a través de la explosión de las pasiones. El miedo es suplantado por la lujuria y el deseo, por la necesidad de un poder incuestionable; explorando el nazismo desde una perspectiva en la que lo menos importante resulta ser la supremacía racial o la ideología de estado.

Con un cierre cíclico (narrativo y visual) Herold regresa al bosque en donde lo conocimos, a través de una asombrosa toma cenital que nos sirve como despedida de la realidad y de los horrores que atestiguamos en ella. Sin lugar a duda, la extensa carrera hollywoodense de Schwentke le permite articular este relato como un entramado de elementos que se respaldan entre sí, complementando las partes débiles de la narrativa con impactantes elementos técnicos que sirven de contrapeso para retener al espectador en esta interesante historia sobre la supervivencia humana.

El Capitán puede verse en Goethe on demand

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