La pandemia en serie B
Por Axl Flores
En The Sadness (2021), primer largometraje de ficción de Robert Jabbaz, Taipéi es acechada por un nuevo virus. En la televisión se escuchan expertos que llaman a tomarse en serio las implicaciones de esa nueva epidemia y afirman, ninguna de sus recomendaciones se trata de una politización del tema. Sin embargo, tales advertencias parecen no resonar en la población, que continúa con sus vidas tranquilamente y no es hasta la aparición de una horda de sujetos asesinos —evidentemente alterados— que todo parece ser demasiado tarde.
Aunque tal descripción bien podría ligar esta película taiwanesa al virus que aún hoy nos afecta, cargar el peso de la pandemia sobre ella sería demasiado. En The Sadness hay planos de cubrebocas tirados o a veces se parodia los manejos gubernamentales ante una crisis sanitaria, pero Robert Jabbaz está lejos de representar tal suceso, para en cambio, crear un filme que, con todo el tono de una película serie b, se enfoca en crear imágenes llenas de sangre, desmembramientos y una violencia extrema.

Gran parte de la acción de la cinta se desarrolla gracias al seguimiento de Kat y Jim, una pareja de jóvenes que desean reunirse y es a través de ellos que se revelan las especificidades de estos seres que están a la mitad de ser unos asesinos en serie o unos zombis. Es esa ambigüedad la que le da a The Sadness una cierta singularidad respecto a otras películas sobre virus mortales, las personas infectadas pierden cierta humanidad, pero aún son conscientes y se dirigen a sus víctimas con insultos e incluso disfrutan viéndolos sufrir; el virus que propone Jabbaz es uno que inhibe la capacidad de regular la violencia a la vez que expande el deseo sexual, por lo que sus «zombis» son más cercanos a ser un bully o un acosador sexual que a un muerto viviente.
Jabbaz parece trabajar con formas más verosímiles de la violencia y por eso más impactantes o problemáticas como la violación —aunque no sea explícita aparece—, al mismo tiempo que desestima las posibilidades de establecer de mejor forma la lógica del contagio —no se sabe cómo se incuba el virus en las personas e incluso llega a parecer un pretexto sobreexplicado rumbo al final— o reflexionar sobre lo que implica una pandemia; y aunque la estética de The Sadness no se puede tomar solo como una vana provocación al espectador —finalmente, a través de ella se ridiculiza a la opresión del régimen y la confianza en que este puede hacerse cargo de la situación—, tampoco reniega de ese aspecto. Existe en ella una cierta idea semejante a la forma y el atrevimiento del Cronenberg —sin la noción de la transformación corporal— de los 70 (Shivers) e inicios de los 80: hay una escena en la que una cabeza explota desde dentro muy similar a lo que sucede en Scanners (1981), pero principalmente por la tendencia al triunfo de lo parasitario o de lo virulento.

«Hay una tensión entre una tradición fincada en las películas serie B o en todo el espectro de la categoría III hongkonesa y lo que se espera actualmente de una película de zombis».
En ese sentido, The Sadness está lejos de ser ese tipo de película que se aprovecha de la temática pandémica para promocionarse o cuyo despliegue plástico y dramático resulta una pose, basta compararla con propuestas como Army of the dead (2021) de Zack Snyder para descubrir que desde la trepidante fotografía de Jie-Li Bai hasta el diseño de los infectados hay una tensión entre una tradición fincada en las películas serie B o en todo el espectro de la categoría III hongkonesa y lo que se espera actualmente de una película de zombis. El mérito de Jabbaz es el de crear una cinta contradictoria y problemática, pero que aún con todos sus horrorosos excesos tiene el cuidado de no parecer un panfleto a favor de las fuerzas armadas.