Por César Mariano
En 2013, a propósito de la reciente adquisición de los derechos de transmisión de la Premiere League en la NBC, Jason Sudeikis realizó un par de promocionales interpretando a un ingenuo y animado coach de fútbol americano llamado Ted Lasso que, sin ninguna experiencia previa en el balompié, llegaba a Inglaterra para dirigir al Tottenham Hotspur. En ese entonces, la idea del personaje no era más que un motivo para, en primer lugar, evidenciar las diferencias culturales que el deporte implicaba entre ingleses y norteamericanos (de hecho, su publicidad anunciaba: «Es fútbol, simplemente no como lo conocemos»); y, en segundo, incitar a los espectadores a ver un tipo de juego que, hasta entonces, no lograba gozar de la misma popularidad que en el resto del mundo[1].
Para ese propósito, Lasso funcionaba bien como resolución paródica y estereotípica de cierta credulidad norteamericana (papel que no se alejaba de lo que Sudeikis había realizado ya en Saturday Night Live, programa que recién había abandonado), pero fuera de eso era insustancial. La sorpresa vendría años después, cuando aquella sencilla premisa fuera amplificada y profundizada por el propio Sudeikis, Bill Lawrence (creador de Scrubs), Joe Kelly y Brendan Hunt en diez capítulos de 30 minutos que se convertirían en la primera temporada de la exitosa y ahora multinominada (con 20 nominaciones a los Primetime Emmy Awards de este año, la serie se convirtió en la comedia novel más nominada de la historia de estos premios. El récord anterior lo ostentaba Glee con 19 nominaciones): Ted Lasso.

Pero ¿a qué puede atribuirse el éxito de la serie tanto con el público como con la crítica? En un primer momento, no parece haber nada demasiado extraordinario fuera de la improbable situación en la que se encuentra Lasso[2] y el carisma natural con el que la afronta. Tal como en el sketch original, el entrenador llega a Inglaterra, pero en esta ocasión para dirigir al ficticio AFC Richmond —un equipo claramente en crisis y sin rumbo claro— a petición de su nueva directora, Rebecca Welton (Hannah Waddingham), quien, descubrimos desde un principio, ha ideado tal plan como parte de una tentativa de venganza personal en contra de su ex esposo y ex dueño del club, al cual trata de humillar llevando a la ruina al equipo de su vida, después de que la abandonara por alguien más joven. Así, Lasso se va encontrando con una serie de personajes peripatéticos, que por momentos se revelan prototípicos de cierto tipo de comedia insulsa.
Tenemos, por ejemplo, a Nathan y Higgins, dos subordinados despreciados —el primero utilero del equipo y el segundo asistente personal de Rebecca— que por momentos solo sirven como el chiste fácil por su falta de destreza y confianza. De la misma manera los líderes morales del club, Roy Kent, que se muestra escéptico y cerrado en sus interacciones y Jamie Tart, quien por su parte es arrogante. Está también Keeley Jones (interpretada por una sorprendente Juno Temple), novia de Tart y que, en un primer momento, parece ser solo una cara bonita que sirve para complementar el arco argumental de este. Pero es precisamente ese aparente patetismo, entendido como aquello que «conmueve o impresiona mucho», lo que hace entender la gracia de la que goza la serie. Lasso, a pesar de estar en una nación desconocida, con una afición inconforme y un aparato mediático dispuesto a destrozarlo por su inexperiencia —ni siquiera entiende en qué consiste un fuera de lugar—, logra, por medio de la bondad y empatía, ser un agente de cambio en el equipo.

«Hay muy poco del deporte en ella —incluso las pocas veces que se muestran los partidos estos tienen un aire afectado y falso— pero esto es solamente porque lo que en realidad le interesa es todo lo que hay detrás: la comunidad, la emoción, el llanto, la risa que se comparte, el espectáculo colectivo que parece elevarnos sobre algo más que nuestra propia humanidad».
Como suele suceder en la vida real, este tipo de actitud puede llegar a ser incómoda o al menos desconcertante, y así se sienten los personajes frente al optimismo empedernido y recalcitrante de Lasso[3]. Solemos no soportar este tipo de comportamiento quizá porque estamos demasiado acostumbrados a no verlo ni recibirlo. Es por ello que hay momentos en los que la serie se impregna de un aire embarazoso y ridículo. En un capítulo donde Rebecca organiza por primera vez la gala anual de caridad y falla al no poder llevar al invitado musical de honor, Robbie Williams, Lasso encuentra una solución sencilla, pero desarmante: lleva por sorpresa a un talentoso aunque desconocido músico callejero que, recibido primero con recelo, transforma por completo la escena, haciendo que todos bailen y canten al unísono, extasiados en el descubrimiento de un tipo de interacción que de otra forma no se hubieran atrevido a experimentar. Es eso lo que en muchas ocasiones se hace evidente en la serie. Descubrimos el cariño y la ternura en su forma más sencilla. En nuestro escepticismo, esto podría resultarnos irritante pero solo porque es difícil pensarnos así, vulnerables y expuestos al calor de otros.
Al final, la serie es sobre los sentimientos de siempre, las cosas simples que todos sabemos, pero rara vez hacemos; sobre el apoyo, la bondad, la compasión, el amor, el respeto, el cuidado mutuo. Esas cosas que, de tan ausentes, son extrañas. Para los aficionados al futbol, Ted Lasso podría ser un tanto decepcionante, porque hay muy poco del deporte en ella —incluso las pocas veces que se muestran los partidos estos tienen un aire afectado y falso— pero esto es solamente porque lo que en realidad le interesa es todo lo que hay detrás: la comunidad, la emoción, el llanto, la risa que se comparte, el espectáculo colectivo que parece elevarnos sobre algo más que nuestra propia humanidad. En el fondo todos están en busca de una conexión, un lazo verdadero al cual aferrarse. El estar ahí, la mano extendida que acompaña no solo en la alegría sino también en la derrota, la frustración, la tristeza. Así, tal vez entonces descubramos que, en el futbol y en la vida, el acto de mayor valentía es mostrarse frágil ante el cobijo de un brazo amigo.
La primera temporada completa de Ted Lasso está disponible en Apple TV+. La segunda temporada emite semanalmente sus últimos capítulos cada viernes.
[1] Estrategia que, por demás, tuvo éxito. Después de un año, las transmiciones de la Premiere League habían logrado ratings solidos que le auguraban al fútbol un nicho entre los 3 deportes más populares del país, a saber, el beisbol, el americano y el basquetball. Para quien pueda interesarle más este tema véase McDuling, J. (14 de mayo, 2014). “A brief history of soccer in the US, and why it might finally have found its place in the American psyche”. Quartz. https://qz.com/206259/a-brief-history-of-soccer-in-the-us-and-why-it-might-finally-have-found-its-place-in-the-american-psyche/
[2] Sin embargo, el argumento de la serie ha sido comparado con el caso de Terry Smith, entrenador de fúltbol americano que en 1999 tomó las riendas del Chester City de manera muy similar a cómo lo hace Lasso en la serie. Veáse Nicholson, T. (11 de agosto, 2020). «Brett Goldstein: «When The World Ends, People Don’t Start Fighting. They Start Fucking». Esquire. https://www.esquire.com/uk/culture/a33544506/brett-goldstein-interview-ted-lasso/
[3] A Rebecca, pese a la evidente distancia que quiere poner entre ellos, le lleva diario una cajita personalizada de galletas que ella no puede evitar degustar con culpa. A Nathan poco a poco le empieza a dar un lugar en el equipo que ni él mismo creía merecer. Tart y Kent eventualmente ceden ante la paciencia de Lasso con ellos.