Imaginar un abrazo
Por Axl Flores
Dos escenas le bastan a Céline Sciamma para establecer la sensibilidad que mueve a Petite Maman (2021), su quinto largometraje que representa un regreso después de lo realizado en Retrato de una mujer en llamas (2019). En una de ellas Nelly (Josephine Sanz) camina por los pasillos de un asilo despidiéndose de cada una de sus habitantes, posteriormente se descubrirá que lo que da razón a la despedida es el reciente fallecimiento de su abuela, a la que la pequeña niña parece decir adiós en cada uno de esos longevos rostros. En la otra escena referida, Nelly alimenta a Marion, su madre, desde la parte trasera de un automóvil, la acción podría parecer intrascendente pero la cámara de Claire Mathon, a través de un plano medio que solo enfoca la sonrisa materna, hace lo necesario para remarcar la comunión que surge de ese sencillo gesto.
Será precisamente el dolor por la pérdida y la relación madre-hija lo que desarrollará toda la acción de Petite Maman, una película en la que más que acercarse a una problemática se busca sanear las diferencias que propone la distancia generacional en cuanto al tratamiento de una emoción y es que, pese a que Nelly y Marion estén unidas por el mismo dolor, su proceso de duelo es abismalmente diferente, de ahí que un abrazo en medio de la noche pueda ser solo un abrazo o una pequeña despedida. No es hasta que, en un giro dramático que se intuye desde el mismo título de la película, Nelly encuentre a una versión de ocho años de su madre —que también ha perdido a su abuela recientemente— que entre las dos pueden tejer una red de apoyo mutuo.

La particularidad de la película de Sciamma es que parece no prestar tanta atención al recurso como sí a la posibilidad, las dos niñas son interpretadas por las gemelas Gabrielle y Joséphine Sanz aprovechando sus semejanzas, pero magnificando sus pequeñas diferencias, por ejemplo, en un hecho casi inverosímil los padres nunca reparan en el enorme parecido entre las dos amigas; e incluso hay un gran desinterés por explicar la alteración temporal que permite el encuentro, para ellas solo consiste en cruzar el bosque que está alrededor de su casa. En ese sentido Petite Maman está más emparentada con la imaginación o el juego infantil, en varios momentos la película parece vivir en un mundo creado por Nelly en el que reconstruye, desde su mirada, la historia de su madre para recibir el apoyo que necesita y que en su versión adulta no puede darle.

«Sciamma es congruente con el encuentro fantástico y encamina su relato a conclusiones si se quiere más sencillas, pero que al interior de la película son mucho más respetuosas y sanadoras respecto al aspecto emocional de sus personajes».
Ante tal hipótesis sería fácil que el relato se encaminara a fronteras más psicoanalíticas, en donde todo lo imaginado fuera producto de un mal en el mundo «real» y se diera pauta al surgimiento de sentimientos como la culpa o el resentimiento, sin embargo, Sciamma es congruente con el encuentro fantástico y encamina su relato a conclusiones si se quiere más sencillas, pero que al interior de la película son mucho más respetuosas y sanadoras respecto al aspecto emocional de sus personajes: la pequeña Marion es una realidad que hace comprender a Nelly que los caminos de la hija muchas veces fueron los de la madre y que el amor también consiste en ponerse en lo zapatos del otro. Al final, madre e hija comprenden que el duelo es un viaje mucho menos doloroso cuando se hace en compañía; Sciamma realizó en Petite Maman una película cuyas pretensiones son transparentes y en la que nada luce más importante que el abrazo final de sus dos protagonistas.