Crítica

Crítica: Notturno de Gianfranco Rosi

Un documental que se sumerge en la cotidianidad de Medio Oriente

Por Axl Flores

Durante tres años el cineasta italiano Gianfranco Rosi se dedicó a filmar la vida de varios individuos en las fronteras de Irak, Kurdistán, Siria y Líbano; el resultado fue una película titulada Notturno (2020). Las consecuencias de las guerras en Oriente Medio son desde hace un buen tiempo la situación predilecta para ciertos documentales del circuito de festivales o de premiaciones de academias de cine, algunos apenas con cualidades periodísticas, otros con cierta espectacularidad temática de la que el cine observacional de Gianfranco Rosi siempre se ha alejado.

En su totalidad, Notturno no es una película sobre la guerra, las explosiones de esta apenas inundan el plano sonoro del film, sino sobre la vida de varios individuos asolados por ella, que van conectando a través de elipsis que postulan las semejanzas y diferencias entre ellos. Rosi, comprometido con un cierto realismo de la imagen, decide no optar por procedimientos como la voz en off o intervenciones abruptas en el montaje para postular su humanismo, le basta tan solo con observar el sufrimiento de un grupo de mujeres llorándole a los espíritus de sus hijos en una prisión abandonada y enlazarlo con los esfuerzos que hace un joven para conseguir sustento ayudando a los cazadores de la zona, o con los dibujos de niñas y niños sobrevivientes de los ataques de ISIS.

Notturno es la muestra de un cine sumamente pulcro y consciente de sus procedimientos, la estabilidad de la cámara de Rosi —completamente contraria al desesperado uso del cámara en mano de los documentales tradicionales sobre el tema— unifica aún los paisajes más extremos del filme, un conocedor de aquella zona apenas y podría identificar a qué país pertenece cada plano, las barreras geográficas y culturales son desafiadas por la calma y el silencio con la que Rosi filma.

«En lugar de preocuparse por la realidad de Medio Oriente el primer interés del filme es dar una imagen convincente, tanto en sus dimensiones psicológicas como culturales, de ella».

Si bien ese estilo es una buena contracara al miserabilismo en el que podría caer una película que tome el mismo tema, también marca un límite a los alcances del discurso de Rosi, que a momentos parece caer en el preciosismo de la imagen, más cuando está al frente de situaciones «insólitas» —pero también algo universales— como la aglutinación de prisioneros en una cárcel, el acceso a los interiores de una base militar o unos caballos que pasean libremente en los paisajes urbanos, pues en lugar de preocuparse por la realidad de Medio Oriente el primer interés del filme es dar una imagen convincente, tanto en sus dimensiones psicológicas como culturales, de ella. En ese sentido, Notturno parece seguir las tendencias del documental observacional contemporáneo cuyas limitaciones se enuncian desde su propósito y contrario a lo que sucede con un documentalista como Frederick Wiseman, Rosi no parece adaptarse a la realidad que retrata, sino, un proceso contrario.

Sin embargo, hay momentos valiosos en la película, como los ensayos de una obra de teatro que hacen los pacientes del ala psiquiátrica de un hospital rebelándose ante las imposiciones políticas e ideológicas, pero principalmente aquel en el que una pareja fuma en un balcón y los sonidos de la pipa se confunden y de alguna forma borran los de las explosiones alrededor de la ciudad, en lugar del universalismo artificioso de la imagen nada mejor para remarcarlo que la rebelión y dos sujetos dispuestos a compartir a pesar de las tragedias.


Notturno puede verse en Mubi desde el 5 de marzo.

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