Una milagrosa maldición
Por Axl Flores
Las plegarias de Stojan, uno de los personajes principales de Heavens Above (Nebesa, 2021), pese a que una brillante aureola flote por su cabeza no son de una gran devoción. Para esta especie de santo moderno que bien podría aparecer en alguno de los tantos iconos católicos que abundan en la película («eres el hombre más bueno del mundo» le dice una de sus vecinas), aquel regalo divino representa un castigo del que debe deshacerse, y a lo largo de la película los límites entre el don y la maldición se irán difuminando hasta llegar a un absurdo total.
Después de siete años desde su último largometraje titulado Atomski zdesna (2014), el director serbio Srđan Dragojević, cuyo trabajo es inédito en México, estrena en el 74 Festival de Cine de Locarno Heavens Above, una película que, inspirada en relatos del escritor Marcel Aymé, narra las vidas entrecruzadas de cuatro personajes que, a través de tres episodios (1. Pecado, 2. Gracia, 3. El becerro de oro) desarrollados en un periodo de más de 30 años, se ven afectados por sucesos que se podrían denominar actos milagrosos.
El primero de ellos es precisamente Stojan, un refugiado desempleado que en 1993 busca ganarse la vida y la de su familia después de la destrucción generada por las guerras civiles de los Balcanes. En una escena se muestra la fragilidad de Stojan cuando junto a su hija construye una maqueta de su antigua casa, pero posteriormente esa fragilidad será afectada por la aureola descrita en el párrafo inicial, mostrándole a este comunista ateo que su vida está controlada por un ser superior.

Es a partir de ese hecho que la película comienza a tomar un tono diferente, se olvida la precisión realista del contexto serbio para dar paso a una sátira en la que precisamente esos aspectos divinos irán transformando la trama en una comedia cada vez más oscura, en un primer momento cuando Nada, su esposa, le pida a Stojan que comience a pecar para desaparecer la aureola de su cabeza; y después cuando el pecado se apodere del hombre y lo lleve a convertirse en un mafioso local.
Dragojević no está tan interesado en reflexionar sobre cómo la fe y lo divino (en la usanza medieval) funcionarían en la contemporaneidad, como sí en falsearlas, en abstraerlas y llevarlas al absurdo, fuera de una lógica del bien y el mal. Los personajes de Heavens Above podrán dar la apariencia de que sus vidas están regidas por una divinidad, pero están completamente abandonados a sus decisiones en una realidad dominada por el caos que parece subrayar la ausencia de dios.
Así sucede con Gojko, el protagonista de la segunda historia, un hombre que sufre una discapacidad intelectual y quien, debido a un malentendido con el timbre de un teléfono celular, asesina a dos padres de familia frente a su propio hijo. Sin embargo, la fe de Gojko es grande y antes de cumplirse la pena de muerte a la que lo habían sentenciado, su crimen es eliminado y él vuelve a ser un bebé: la realidad se ha fragmentado, lo milagroso de nuevo ha hecho de las suyas, se le ha dado una nueva oportunidad para vivir.

«Dragojević no está tan interesado en reflexionar sobre cómo la fe y lo divino (en la usanza medieval) funcionarían en la contemporaneidad, como sí en falsearlas, en abstraerlas y llevarlas al absurdo».
Pero si esos dos primeros episodios se construyen con el precepto de «qué pasaría si» y aún retratan la irrupción de lo divino en la realidad, el tercero se aleja de ellos, e incluso los contradice para adentrar a la película en un terreno mucho más predecible centrado en marcar las tendencias caníbales del arte en la actualidad. Ahora Gojko es un pintor con el talento de pintar cuadros que pueden alimentar a las personas, creando una corriente conocida como arte nutricional que envuelve a los cuatro personajes en una vorágine sin sentido alguno, rica en situaciones anómalas, pero sin la profundidad simbólica de la primera parte de la película.
Heavens Above es un filme de una libertad absoluta, cada una de sus imágenes da cuenta de ello, ya sea desde esa aureola creada por computadora o de los momentos finales en los que los personajes vomitan pinturas, sin embargo, la película entra en un tono tan irracional y lleno de múltiples significados (igual hablan sobre la religión y el capitalismo o de la corrupción y los conflictos políticos) que es imposible no sentirlo gratuito. Aún así, ese viaje insensato que propone tiene una originalidad pocas veces vista que remite a cines como el de su compatriota Dušan Makavejev y la hace toda una extrañeza incluso en un festival como Locarno.