Por Axl Flores
Puede no ser una de las más extensas o prolíficas, pero la filmografía de Rodrigo Plá y Laura Santullo es una de las que más coherencia refleja de película en película dentro del panorama del cine mexicano. La gran mayoría de sus filmes se guía por procesos estéticos y narrativos muy similares —de hecho, varios de ellos provienen de cuentos y novelas escritas por Santullo—, e incluso cuatro de sus cinco largometrajes —Desierto adentro la más clara anomalía— se unen por un eje temático que busca retratar los problemas a los que las personas se ven sometidas cuando el sistema, ya sea por intrusión o negligencia, decide afectar el ámbito de lo privado.
Bastaría ver una escena de La demora o de Un monstruo de mil cabezas para constatar la hipótesis anterior, ambas películas reflejan un gran interés en la construcción dramática que se enriquece mediante la propuesta visual gracias a la notable atención en el punto de vista, pero principalmente por lo que la cámara decide no mostrar. Ese mismo estilo aparece justamente en El otro Tom, la nueva película de Santullo y Plá que presenta la vida de Elena, una madre que ante el diagnóstico de TDAH (Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad) a su hijo Tom se rehúsa a continuar con el tratamiento prescrito por los médicos, pues ha descubierto que puede traer consecuencias en la salud del niño.
«Hay una sensación de que El otro Tom viene a completar un tríptico», confiesa Rodrigo Plá junto a Laura Santullo al respecto de la relación entre las tres películas en una entrevista por Zoom. «Es como una especie de trilogía del tema de mujeres enfrentadas al Estado o con situaciones cercanas a eso. Son diferentes todas, pero también la forma en que se narra, la forma en que decidimos colocar la cámara tiene similitudes. Creo que decidimos acompañar esta idea en las tres películas del punto de vista concebido como algo que no es solo lo que miras, sino también cómo reaccionas a lo que miras.

«Por supuesto, en Un monstruo de mil cabezas cambiábamos constantemente el punto de vista y era una especie de experimento mucho más formal, pero aquí también seguimos conservándolo, no hay escena donde no salga Elena o donde no salga el niño y hay muchas cosas que están omitidas porque preferimos quedarnos el cómo ellos reaccionan a esas situaciones más que ver la situación en sí misma».
Sin embargo, a diferencia de sus predecesoras —que son adaptaciones de relatos de Santullo—, El otro Tom nació con la idea de realizar una película para, posteriormente, también convertirse en una novela que, por azares del destino, vio la luz tres años antes que el filme. «Yo diría que en origen tuvo más la intención de ser película, siempre quisimos que fuera como una película y por eso empezamos a investigar. Lo que ocurrió —declara la escritora, guionista y ahora codirectora— es que más bien en paralelo fui haciendo una novela, pero en este caso no hubo una novela y después la adaptación de la novela, sino que los dos procesos se fueron acompañando.
«Obviamente buena parte de lo que se cuenta en la novela es la misma historia, aunque en ella hay algunas cosas que no están en la película y viceversa. Pero no es estrictamente que la novela era un proceso terminado del cual tomamos la decisión de hacer una película, sino por el contrario. Simplemente que publicar una novela puede llegar a ser más fácil que levantar un financiamiento».

La Elena de El otro Tom, interpretada por Julia Chávez, es uno de esos personajes difíciles de clasificar y es que la complejidad temática del filme es siempre acompañada por el desarrollo dramático de los personajes; impulsiva o sosegada, Elena, una madre soltera que sin ayuda de nadie busca salir adelante en un país tan enorme como Estados Unidos, siempre logra transmitir la angustia generada por la condición de Tom, que es incontrolable o, gracias a la medicación, completamente manso. Como en cualquier situación de estrés es difícil lograr un equilibrio y en El otro Tom parece visualizarse una serie de decisiones que más allá de ser buenas o malas generan un cambio interno en los dos protagonistas.
«El acercamiento a través de la narrativa nos ha permitido llegar a un espacio más liberador para encontrar los motores de los personajes», explica Santullo sobre el proceso de construcción dramática a la vez que ambos dicen sentirse interesados por los personajes más allá de los modelos a seguir, por aquellos que cometen muchos errores. «Nos gusta retratar personas que se equivocan —declara Plá—, que tú como espectador dices “no hagas eso”, “no reacciones así, ¿cómo vas a ir a insultar a la maestra? ¿Cómo vas a hacer esto?” o “no seas tan impulsiva”, y sin embargo lo hace. Supongo que es esta idea del ciudadano desdibujado frente al gran Estado y eso es como una línea delgada que ayuda a colocar a nuestros personajes».
Es después de un accidente cuando Elena decide, al enterarse que los medicamentos que toma su hijo pueden causar depresión o un intento de suicidio, suspender el tratamiento. Sin embargo, tal decisión provoca la vigilancia de los servicios sociales, que la obligan a ver la condición de su hijo no solo como un problema de salud, sino también legal y por qué no, burocrático, forzándola, incluso, a llevar a Tom a un campamento en donde prometen tratarlo sin medicamentos, pero más que alternativa esa oferta parece un paso obligado para deslindar responsabilidades sobre el cuidado del niño.

«Hay una sensación de que El otro Tom viene a completar un tríptico, una especie de trilogía del tema de mujeres enfrentadas al Estado o con situaciones cercanas a eso».
Le platico mi visión de tal suceso a los dos y a ellos les parece uno de esos actos comunes de la burocracia, el de ver a una persona como un papel, «es como si se olvidara el fin último de por qué estás haciendo determinado trámite, y eso va más allá de la película, lo comento de manera general, es un poco una característica de la burocracia, se vuelve casi como un sinsentido de las cosas», comenta Laura.
Y en ese sentido, es la idea de un Estado con la fortaleza para injerir en la vida de los individuos lo que los llevó a El otro Tom, «Siempre habíamos ahondado en el tema del Estado ausente, incluso en Un monstruo de mil cabezas, pues el Estado no está allí para dirimir el problema entre las aseguradoras privadas y sus clientes, o mucho antes en La zona también era muy claro la ausencia del Estado. Y aquí como que por primera vez quisimos hacer un pequeño movimiento hacia el costado y más bien jugar con la idea de un Estado bien presente, con instituciones potentes que de alguna manera sí tienen la capacidad de intervenir.
«Digo esto porque justo me acordé a raíz de que mencionaste este momento del Estado sugiriéndole lo del campamento, un Estado que en realidad toma decisiones que inciden en la vida privada de los individuos. Y nos gustaba también de alguna manera eso, preguntarnos en torno a esta situación, que es un poco distinto de lo que veníamos abordando antes, se parece, pero a la vez se mueve como un poco de lugar».
Al final, les pregunto cómo mantener una filmografía que una tanto los intereses personales y parezca no preocuparse por la inmediatez —tomando en cuenta que al momento del estreno de El otro Tom en el FICM 19 ya pasaron seis años desde el estreno de Un monstruo de mil cabezas—, qué consejo le darían a un director primerizo. «Me gustaría más bien que me aconsejaran a mí cómo sacar películas con más frecuencia, en realidad yo necesito un consejo en ese sentido», me dice Rodrigo y Laura confirma, pero también deja una clave: «no pensar las películas exclusivamente como un producto, sino también como la expresión de algo más íntimo y personal que tiene que ver con cómo te relacionas en tanto creador y con el mundo».
El otro Tom de Rodrigo Plá y Laura Santullo se encuentra en la competencia de Largometraje Mexicano de la edición 19 del FICM con funciones presenciales y en la plataforma Cinépolis Klic el 29 de octubre de 2021.
En nuestro canal de YouTube puedes encontrar la entrevista completa.