Crítica

Crítica: Canciones del segundo piso de Roy Andersson

Crítica de «Canciones del segundo piso» de Roy Andersson | Después de más de 20 años de ausencia, en el año 2000 Andersson presentó su tercer largometraje que daría inicio al pasmoso y crítico estilo que lo caracteriza hasta hoy día.

Un caótico sinsentido

Por César Cárdenas

Los finales tienden al caos apocalíptico, aquel que se apodera de los gobiernos y las economías mundiales para transformarlos en pilas amorfas de materia humana exasperada. Algo parecido se puede observar en Canciones del segundo piso (Sånger från andra våningen, 2000), el tercer largometraje de ficción de Roy Andersson que se escabulle entre la ironía y el absurdo para relatar sus historias desde un sentimiento generalizado de desesperanza. Esta cinta del año 2000 se mueve bajo el pretexto del cambio de siglo que anuncia desastre y conmoción, al narrar una multiplicidad de historias protagonizadas por una pléyade bastante egocéntrica e infeliz de personajes principales.

Lennart, Pelle, Kalle y compañía se encargan, durante aproximadamente 100 minutos, de esbozar la frágil situación económica en Suecia (nación europea que se había visto enriquecida por una etapa de bonanza en los sesenta y que había transformado su sistema gubernamental a una monarquía democrática en 1974) en los meses finales del problemático siglo XX. Con un tono que viaja entre lo hilarante y lo melancólico, Canciones del segundo piso va de una mueblería reducida a cenizas por su propietario en aras de poder cobrar el seguro y de la venta fallida de crucifijos —que refleja la pérdida de la espiritualidad en una sociedad altamente consumista y superficial— a un sinfín de situaciones patéticas.

Fotograma de la película "Canciones del segundo piso" de Roy Andersson.

Una de las secuencias más interesantes de la película es aquella en la que podemos observar las dramáticas súplicas de un desgastado y común empleado llamado Lasse después de ser despedido tras treinta tormentosos años de laburo. Estos retablos —pues la cámara no se mueve en ningún momento para enmarcar a los personajes, al contrario, ellos son los que arriban a los espacios con su maquillaje palideciente, haciendo del metraje algo mucho más teatral— son una huella de la explotación velada en los puestos de trabajo, de la violencia y del carácter reaccionario de las sociedades modernas que golpean a extraños en la calle sin razón aparente.

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La primera parte de la trilogía irónica de Andersson es original y disruptiva en su desarrollo, parece que asistimos a una sala con muchos televisores interconectados que muestran estos pequeños y desesperantes fragmentos de historias citadinas, que están, a su vez, aderezados con un detallismo verdaderamente simbólico. Este carácter detallista se nota en los trasfondos, en lo que sucede detrás de las acciones principales como las manifestaciones repentinas, los pasajeros del metro que cantan ópera, o el tráfico interminable e inexplicable que imposibilita la movilidad por Estocolmo durante todo el filme. A final de cuentas, son situaciones contextuales que avivan la mediocridad en la que se ven sumidos los protagonistas.

Toda la composición que representa este metraje es realmente excelsa, se parece un tanto al humor negro del contingente de comedia inglesa Monty Python —sobre todo con el acto de magia fallido que deja un herido quejumbroso—, pero difiere en su carga poética y en su oscuridad total, que se refuerza con la adición y los destellos hacia el poema Traspié entre dos estrellas del peruano César Vallejo. El trabajo de Vallejo es integrado hasta la incoherencia ya sea con un personaje poeta que escribió hasta la locura o con sus postulados bíblicos que asemejan a las bienaventuranzas y que alaban a aquellos que se encuentran reposando, sentados; cosa curiosa en una película en la que casi todos están de pie reclamando y vociferando su miseria.

Fotograma de la película "Canciones del segundo piso" de Roy Andersson.

«La concatenación misma de los hechos, el surrealismo progresivo y el acoso del pasado son parte del éxito de esta gran muestra de la valía internacional del maravilloso cine sueco».

Otro detalle curioso es el de las secuencias de cama, pues se deja ver la vida de algunas parejas conflictivas a través de sus instantes nocturnos de desestrés y desahogo comunitario que logran transmitir la pobreza de sus vidas. Esas deficiencias son las mismas que también sacan carcajadas nerviosas, que rompen con la monotonía de las preguntas filosóficas inmersas en el guion. Todo gira en torno a la búsqueda de sentido, en tratar de hallar la solución al atascamiento de la vida e intentar resolver la ruina y el desentendimiento humano que se genera en esta historia llena de simultaneidad y diferentes tonos de grises que enseña lo que sucede antes del estallido de una sociedad entera. La concatenación misma de los hechos, el surrealismo progresivo y el acoso del pasado son parte del éxito de esta gran muestra de la valía internacional del maravilloso cine sueco.


Sobre César Cárdenas: Estudiante de periodismo, cinéfilo alarmista y lector sensacionalista; me gusta escribir sobre aquello que despierta en mí la chispa de la extravagancia para bien o, lo que más callo y disfruto, para mal de las películas mediocres

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