El capricho de la mirada
Por César Mariano
El cine tiene esa extraña y fascinante particularidad de jugar con el tiempo al grado de poder distenderlo y confundirlo. En cuestión de minutos u horas se pueden abarcar vidas o generaciones enteras, aunque también un solo instante puede ser arbitrariamente prolongado. De todo esto, por supuesto, solo llegamos a conocer los pasajes más importantes, aquellos que para la narración se consideran valiosos. Es ahí que el montaje se vuelve una herramienta que sirve no solo de conexión entre un suceso y otro, sino que ayuda a descartar lo intrascendente, pues, por más que exista el deseo, no habría forma de filmar una vida o un suceso entero —al menos no en todas las nimiedades y pequeñeces particulares que los atraviesan—. La edición entonces se vuelve el centro de control donde las historias gestan su poder y relevancia, sin embargo algunos cineastas han hecho un uso mínimo o completamente nulo de estas reglas y, por medio de un despliegue de audacia técnica, conjuntan sus historias en un espacio-tiempo continúo.
Rendez-Vous (2019), ópera prima del realizador mexicano Pablo Olmos Arrayales, hace gala de estas intenciones al contar el relato de una cita plagada de extrañezas en un solo plano-secuencia. Todo inicia con Lili (Helena Puig), quien ha quedado de verse con Eduardo (Antonio Alcántara Cruz), un joven que conoció a través de internet y que tras una espera de media hora por fin aparece. Ella, aunque con cierto recelo, se muestra emocionada. Él, nervioso, apenas y puede mencionar lo que le ha pasado: lo han asaltado y por ello no ha podido avisarle nada. Una vez aclarado el incidente la cita sigue en pie y pasan al museo (que es donde han acordado verse), tras salir Eduardo le propone a Lili, en compensación por su tardanza, llevarla a su casa y prepararle la cena. Es en ese pequeño gesto donde empieza a germinar el alma del filme, que se desarrolla en el centro de Coyoacán, un lugar por lo demás típico para una primera cita en la Ciudad de México. Si uno piensa en esta premisa las posibilidades que se desprenden de ella implican un sinfín de variables. De no vivir cerca, la cena en casa de Eduardo se tornaría complicada. El traslado sería necesario y el tiempo hecho entre un lugar y otro haría inevitable el uso de la elipsis. Y así la historia, evidentemente, sería otra.
La cuestión queda entonces en la elección particular de cómo se desarrollan los hechos en Rendez-Vouz. La película busca crear un impacto en tiempo real que, por ese mismo afán, se pierde en la cantidad de ideas que quiere transmitir y la ejecución que de ellas hace. Eduardo vive relativamente cerca del lugar donde ha quedado de verse con Lili y si bien puede ser interesante ver lo que sucede mientras llegan de un punto a otro (los gestos, las miradas, los silencios), poco a poco se hace notorio el dominio del esfuerzo de una puesta en escena constante sobre la intenciones de su narrativa. Más allá de la inverosimilitud de ciertos pasajes de la trama (aunque sea evidente que un mayor realismo no signifique un mejor resultado), la cinta delega su peso a la química de sus protagonistas que, a decir verdad, por momentos parece nula, pero que conforme pasan los minutos la ficción afianza a su propio antojo.

«Rendez-Vous intenta pasar del simplismo que parece adoptar de la comedia romántica al misterio del thriller, mientras que en medio de todo ello trata de ahondar en la violencia de las desapariciones, el machismo y la venganza».
Mientras tanto, nosotros vemos de uno a uno los acontecimientos por medio de una cámara en mano que no todo lo observa pero sí todo lo persigue, famélica de acción y reacción. Quizá por eso mismo, Rendez-Vous intenta pasar del simplismo que parece adoptar de la comedia romántica al misterio del thriller, mientras que en medio de todo ello trata de ahondar en la violencia de las desapariciones, el machismo y la venganza para poner en tela de juicio las acciones de Eduardo y Lili. ¿Son o no son? ¿Quién dice la verdad? ¿Quién miente? Estas preguntas parecen ser parte del juego que si bien por momentos Puig y Alcántara logran hacer destacar más allá del hermetismo de sus personajes, para el final de la cinta queda desdibujado a costa de los giros y vueltas hechas sobre la trama, ya para ese entonces inservibles.
Todo cine es arbitrario pero no por ello su capricho debe ser negligente. La mirada, aún sin un propósito aparente, no debe solo satisfacer el deseo sino confrontarlo. Ver no para saciar la imaginación si no para estimularla a buscar sus propios mundos y percepciones. Rendez-Vous trata de alcanzar esa magia pero a pesar de recorrer todo el camino, se queda a medias.
La cinta tiene su estreno programado para el 13 de julio en Cine Tonalá.