Las heridas abiertas de los Balcanes
por Axl Flores
Si hay un cine marcado por los múltiples conflictos políticos y bélicos sucedidos en la zona de Los Balcanes, es el de la directora bosnia Jasmila Zbanić. En una multipremiada obra que involucra varios largometrajes documentales —más ensayísticos que observacionales— y algunos de ficción, Zbanić ha documentado las consecuencias de las disputas de esa zona geopolítica, que van desde el asesinato del archiduque Francisco Fernando, en Un día en Sarajevo (Jedan dan u Sarajevu, 2014); hasta las historias de devastación que se esconden en los edificios turísticos de la frontera entre Serbia y Bosnia, en Para los que no pueden contar cuentos (For Those Who Can Tell No Tales, 2013).
Esa misma temática también aparece en su más reciente trabajo titulado Quo Vadis, Aida? (2020). En donde sigue a Aida, una profesora convertida en traductora para la ONU que, ante el inminente genocidio bosnio por parte del ejército serbio (sucedido en Serebraica en 1995), busca salvar a su familia dándoles un lugar dentro de la organización. A lo largo de la película se muestra la desesperación de esta mujer por obtener la protección que en el papel les daba el estar en una zona protegida, pero que en ese momento dejó de ser válida para miles de hombres que fueron asesinados a sangre fría.
Dentro de esa premisa lo más valioso resulta, como ya es una característica en su obra, la elección del punto de vista. Zbanić no busca reabrir las heridas de lo sucedido con la ayuda de una cámara que documente todas las vejaciones, sino a través de las historias personales marcadas por la guerra, las de un diario ardiendo en llamas por temor de que su contenido pueda costar una vida.


«Zbanić filma al mal también en su lado más humano, como el de ese anciano que después de hacer el súper saluda con un buen día a quien se encuentre en las escaleras, pero antes masacraba a filas de hombres para vengar a su «raza»«.
De ahí que la revisitación histórica no tenga una postura moral distinguible claramente, contrario a otras películas alrededor de la guerra, aquí Aida no es presentada como una heroína que antepone el interés colectivo por el personal, sino como una mujer que sufre porque aún con sus aparentes influencias al ser la traductora de los comandantes de la base, no puede hacer nada por salvar a su familia.
En ese sentido, la interpretación de Jasna Duričić escapa a cualquier adjetivo o definición, porque transita de una emoción a otra, de tener una actitud servicial con tal de ganar, tal vez, un favor —como lograr que su marido sea aceptado en la base al proponerlo negociador frente a las fuerzas serbias—; a después ignorar a las otras miles de personas que están a su alrededor y le piden ayuda. En una secuencia que define a la perfección todos los dilemas que conviven en el film, Aida saca a su familia de las filas que los llevaban al matadero, una mujer se le acerca para pedirle por su hijo, pero ella no le hace caso, después, exige a un comandante incluya a su familia en la lista de protegidos. Sin recibir ayuda alguna, solo le queda un llanto desconsolado y el consejo de un exestudiante serbio que le impide el paso.
Si la guerra de Bosnia continúa siendo una herida abierta y una de las grandes omisiones de la ONU, en medio los múltiples discursos de odio aún existentes Zbanić filma al mal también en su lado más humano, como el de ese anciano que después de hacer el súper saluda con un buen día a quien se encuentre en las escaleras, pero antes masacraba a filas de hombres para vengar a su «raza». Todo un pasado de dolor se esconde en esa aparente normalidad que representan el rostro de niños que bailan y conviven sin ningún problema en una exhibición escolar, ese plano final de la antes desesperada Aida en un salón de clases, rodeada por sobrevivientes de ambos lados, esboza la compleja relación multicultural que se vive en esa zona tan enigmática como Los Balcanes. Quo Vadis, Aida? es la historia de un martirio interminable.