Maniatar la libertad
Por Axl Flores
Quiero comenzar con dos escenas al azar que me parecieron interesantes de Nomadland (Chloé Zhao, 2020). En la primera, Fern (Frances McDormand), protagonista de la película, escucha en una fogata las experiencias de varias personas que, como da a entender el nombre del film, han elegido el nomadismo como estilo de vida. Cada historia es sumamente triste, ya sea la de un olvidado veterano de guerra, la de una mujer que perdió a sus dos padres por cáncer, o la de una mujer que renunció a su trabajo para conseguir su libertad; Fern no las comenta, solo las escucha, en ese momento Zhao parece dar una importancia mayor a esas anécdotas que a la acción del film, pero pronto se verá que no, porque decide usarlas como un simple ornamento narrativo para profundizar en el dilema interno de la protagonista.
En la segunda, después de un día de trabajo, Fern vaga por los alrededores del oeste estadounidense, la fotografía preciosita de Joshua James Richard encuadra un grupo de hombres con sombrero de vaquero que cantan la típica canción de carretera que, por sí misma, sería bastante reveladora de un estado emocional, pero justo cuando dicha canción comienza a fluir, Ludovico Einaudi decide adornarla de música extradiegética, un énfasis que podría parecer de principiante, pero en realidad demuestra una tendencia, pues cuando algo comienza a tomar su camino, la directora busca maniatarlo y llevarlo a un camino más conocido, más seguro.
Es por eso que, aunque en un inicio se menciona a la crisis de 2008-2011, la película no busca ahondar en las consecuencias específicas de esta (solo una escena en una reunión familiar tocará el tema), sino apelar a sentimientos ampliamente universales: la pérdida de un ser querido, el olvido de los hijos, una enfermedad crónica; Nomadland no es tanto de los desterrados por el sueño americano, sino sobre cualquiera que sienta dolor o extrañeza en el mundo, lo que hace Zhao es borrar el discurso de resistencia de una minoría en búsqueda de retratar una libertad que se traduzca en bellos planos de carretera.


«Es como si a través de sus repeticiones formales la misma película, al igual que ese sistema que la dejó sin techo, negara y olvidara el pasado doloroso de su protagonista en pos de un discurso que le llama a seguir adelante».
Como toda película con una vasta aprobación, Nomadland ha tenido también severas críticas en su contra, que han llegado al punto de hablar de ella como una suerte de romantización de la precariedad, que es reducir y malinterpretar el discurso del film. No se cae en una romantización, porque para el personaje de Fern la autorrealización sigue restringida por un sistema que llama a la sobrevivencia del más fuerte. Lo que hace Zhao es, me parece, aún más criticable que una romantización, y es una problematización a medias en la que una de las grandes corporaciones del planeta es menos culpable de alimentar ese sistema porque al final de cuentas es, como dice Fern, «buen dinero».
Y pese a esa problemática, en varias escenas un gesto de Frances McDormand logra ser el redentor del film, que rápidamente desestima esa capacidad histriónica para dar una cierta idea de la libertad que bien podría aparecer —tanto estética como argumentalmente— en un comercial de una agencia de viajes, en la que cada uno es libre de hacer lo que quiera sin importar el contexto en el que se desarrolla, es decir, lo que importa es la decisión y no lo que te llevó a ella. Es como si a través de sus repeticiones formales la misma película, al igual que ese sistema que la dejó sin techo, negara y olvidara el pasado doloroso de su protagonista en pos de un discurso que le llama a seguir adelante.